lunes, 25 de febrero de 2013

Los 5 mitos más absurdos sobre el alcohol en los que probablemente creas

Por Pauli Poisuo y Adam Wears, traducción de Goren Arauz Griggs, Jorge Reyero González, Rosa María Romero Cañabate y Marina Soto Cárdenas

Teniendo en cuenta que el alcohol es uno de los pilares de la civilización, es bastante sorprendente lo poco que sabemos al respecto. Sin ir más lejos, hace algún tiempo señalamos que todavía existen algunas ideas equivocadas relacionadas con el alcohol, muy extendidas pese a que acarrean unas consecuencias funestas de cojones.

Así que, antes de que vayas tan borracho que no seas capaz de leer, derribemos otros de los mitos más extendidos, como por ejemplo...

n.° 5: La cerveza es la culpable de la barriga cervecera

El mito:

El destino ineludible de todo bebedor de cerveza es la barriga cervecera. La prueba de ello está en nuestro entorno; todos tenemos algún amigo o familiar que luce una barriga de embarazada permanente independientemente de su estado de fertilidad o, ya puestos, de su género. Y, si bebes con asiduidad, tú también tendrás un precioso bombo para cuando rondes los 40.

Cada centímetro ha merecido la pena. Supongo. No me acuerdo.

Lo único que estará en tu mano será decidir si metes tripa cuando se te acerque alguien o si presumirás de ella como cuando el cachondo de tu tío se da en la panza y alardea de que «a medianoche todo se convierte en pene».

La realidad:

La barriga cervecera no existe. O, más bien, esa enorme protuberancia que insistes en llamar «tu abdominal» no tiene nada que ver con la ingesta de cerveza en sí. ¿Quién lo dice? LA CIENCIA.

A lo mejor no deberíamos habernos puesto finos antes del experimento.

Verás, hace tiempo algunos científicos se interesaron por todo este asunto de la barriga cervecera, pero es probable que los tacaños de sus jefes se negaran a aprobar un suministro inagotable de zumo de cebada «en pro de la ciencia». Así pues, reunieron a un grupo de 2.000 checos, una gente que, al parecer, ofrece a sus niños una buena cerveza negra para que dejen el biberón. Y lo que descubrieron fue tan inesperado como increíblemente alucinante: la cerveza parece no estar en absoluto relacionada con la llamada barriga cervecera.

De hecho, este estudio prueba que no existe relación alguna entre la cantidad de cerveza ingerida y el tamaño de la tripa. Vamos, que con que se controle mínimamente el consumo de cerveza, lo más probable es que ni siquiera contribuya excesivamente al aumento de peso.

¿Por qué no pruebas la dieta de la cerveza? Como mucho acabaréis con escorbuto.

A ver, está claro que la cerveza contiene calorías, así que una gran ingesta contribuirá necesariamente a un aumento de peso (sobre todo porque se suele hacer más bien poco ejercicio cuando se está constantemente pedo). Pero con todo y con eso, no es nada que no pudiera provocar una dieta basada estrictamente en, digamos, bocatas de panceta; cualquier exceso de calorías puede conducir a un aumento de peso. Y, en función de la predisposición genética de cada uno, puede que ese peso vaya –o no– a parar directamente a la barriga.

Efectivamente, hay un gen de la barriga cervecera. Existen diferentes maneras de engordar, y la obesidad abdominal es solo una de las muchas e interesantes formas que adoptan las acumulaciones de grasa en el cuerpo humano si dicho cuerpo no se cuida. De modo que, si tienes el gen, con el tiempo acabarás teniendo un barrigón, independientemente de tu consumo de alcohol. A no ser, claro, que sigas una dieta estricta y un régimen de ejercicio durante toda tu vida... pero ¿quién coño hace eso?

Sesenta abdominales más y podré beberme media cerveza sin alcohol.

Y entonces, ¿de dónde viene esa ficticia relación entre la panza y el consumo de cerveza? Un posible culpable es la cirrosis, una enfermedad del hígado que padecen los alcohólicos crónicos y que conlleva una inflamación del abdomen, dándole esa conocida forma de balón de playa. Suponemos que alguien decidió que llamarla «barriga cervecera» en lugar de «fallo orgánico» jodería menos las reuniones familiares.

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Goren Arauz, Jorge Reyero, Rosa Romero y Marina Soto: estudiantes de Traducción de la Universidad de Granada y amantes de la lengua en clave humorística. Porque reírse alarga la vida.

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